La voz
de Ignacio Serra suena de tan firme y convincente casi imperativa, es por esto
que cuanto me planteo escribir algo
sobre el camino sabía que no tenía opción. En fin, vamos allá.
Cuando a
mitades de agosto me hacía la maleta para abandonar la Costa Brava en dirección
a Galicia a una región que estaba en la otra esquina de España, dónde llueve 4
de cada 3 días y con un grupo variopinto en todos los sentidos miré al Ignasi
de dos meses antes y le dije “Hijo mío, tú nunca aprendes”. Valió la pena.
Silencio
y pequeñez es con lo que te enfrentas en el camino. Acostumbrados a una
realidad y unas relaciones de instantaneidad, de maquillaje, de recubrimiento
musical y amortiguación en forma de alcohol lo primero que te choca en el
camino es encontrarte después de mucho tiempo contigo mismo y con personas en
su plenitud. El primer día las conversaciones fluyen entre la frialdad, la risa
y la anécdota chorra, o lo que es lo mismo futbol, búsqueda de amigos en común,
anécdotas de fiestas ¿Y en cuanto al yo? Mí yo pivotaba entre unos monitos
tocando unos tambores y el autobombo. No obstante, la inmensidad de un camino
te muestra tu pequeñez, te enfrenta a ti mismo y te enfrenta a los demás. La
gente te pregunta ¿qué le pides al Camino? y tu en vez de responder te preguntas
más sobre ti. Y poco a poco, entre los OusCamiños la charla se convirtió en
conversación, y se dejó de hablar para empezar a decir cosas, y pueda incluso
que hubiera menos risas pero hubo muchas más sonrisas. En el camino empecé a
intuir plenitud de dimensiones como amistad o misericordia. Y sin quererlo ni
buscarlo la pequeñez y el silencio fueron entrando etapa tras etapa, y con ello
cada uno crecía a nivel particular y el grupo creciendo llegando a Santiago sin
enterarnos y con el presentimiento que no terminábamos el camino, sino que
justo empezábamos.
Hay
muchos y variados recuerdos que podría citar, pero el límite propio de la idiosincrasia
de este blog me lo impide. Pero simplemente comentaros que este maravilloso
grupo liderado por un asturiano y venido de todas las esquinas de la península
hizo un camino gozando cada paso (bueno, algunos más que menos…), con
inquietantes encuentros con los misteriosos Lechoso y Guapo, con sobremesas con
regusto a pacharán, cuyo despertador era Paz, pero cuya banda sonora fue Molotov,
cuyos descansos sabían a pulpo y
desayunos a galletas Froiz –minuto de silencio. Grazas.
-> Molotov - Gimme Power
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